jueves, 26 de marzo de 2015

La rebelión de los macabeos

Durante el siglo IV a.C., el Imperio de Alejandro Magno se extendía por gran parte de Asia, desde la península balcánica y la península de Anatolia, hasta la misma India. La expansión de Macedonia ya había comenzado a mostrar sus primeros esbozos con el padre de Alejandro, Filipo II con la anexión de Tracia y la unificación de Grecia.
Ante la muerte de Alejandro Magno en el 323 a.C., probablemente envenenado, y la de su hijo a los pocos años, la disputa por la herencia del vasto territorio era inevitable. Los diáconos o sucesores directos lo dividen entre tensiones y ambiciones personales. Los enfrentamientos de Ipsos y Curopedion son decisivos para la ruptura definitiva la unidad, quebrando la unidad definitivamente.
A comienzos del siglo III, el mapa helenístico, dividido en reinos que forman dinastías, es el siguiente:
-Ptolomeo I Lágida funda la dinastía lágida o ptolemaica (cuya última representante será Cleopatra), que gobierna Egipto, el sur de Siria y algunas islas del Egeo.
-Seleuco I funda la dinastía seléucida, bajo cuyo control se encuentran las antiguas localidades persas (satrapías), aunque perderán algunas de ellas pronto. Las luchas internas darán lugar al surgimiento de diversos reinos menores.
-Antígono I encabeza la de los antigónidas, cuyo poder se extiende por Macedonia y parte de Grecia.

A mediados de siglo, Eumenes I crea el reino de Pérgamo en el interior del reino seléucida, cuyo gobierno quedará bajo la dinastía atálida.
-A Epiro, al oeste de la península balcánica, el rey Pirro le dará un especial esplendor, aunque sus ambiciones en Italia se verán truncadas por las victorias romanas.

La monarquía seléucida será la de mayor expansión, con amplísimos territorios asiáticos.
Reinos helenísticos en el siglo II a.C.
El imperio seléucida ocupa el siempre conflictivo territorio del reino de Judea (no confundir con Israel). Con la llegada de Antíoco IV Epífanes a principios del siglo II a.C., la persecución ideológica a los judíos se vuelve más violenta y cruel. Las familias que no renuncian a su fe y reniegan de la filosofía helenística se ven sometidas a las más cruentas torturas, llevadas hasta la muerte.
Judas Macabeo lidera una rebelión contra los seléucidas, cuya victoria se conmemora con la celebración de Hanukka.
Los libros de los Macabeos bíblicos narran la redacción de dos cartas a los romanos y una a los espartanos pidiendo ayuda militar. Los romanos accedieron a cambio de que los judíos socorrieran a Roma siempre que ésta lo necesitase y viceversa. En realidad, era la excusa perfecta para darle bocados al territorio enemigo; por su parte, Esparta accede al socorro de los judíos únicamente porque éstos aludieron a un supuesto pasado común, pues era la única manera de convencer a los espartanos para que actuaran por alguien no fueran ellos mismos. Con la ayuda romana y espartana, en época de auge republicano en Roma, la victoria fue fácil. De todos modos, los judíos solos es posible que también hubieran logrado la victoria, pues su resistencia fue flagrante y constante.
De este modo, Antíoco V, sucesor de Antíoco IV, emite un edicto de tolerancia hacia los judíos. En el caso contrario, el gobierno se habría vuelto insostenible, como ya supieron ver los romanos más adelante.
A pesar de la victoria hebrea, las ideas filosóficas helenísticas irán calando en la mentalidad judía con el tiempo, que se reflejará en los libros más recientes del Antiguo Testamento, y esto también se verá de manera clara con la llegada del cristianismo, de clarísimo corte griego.