viernes, 28 de agosto de 2015

La Monarquía romana

Según la tradición, la Roma primitiva estuvo gobernada por siete reyes, durante un periodo de alrededor de 250 años, desde la fundación de la ciudad (753 a.C.) hasta la instauración de la República (509 a.C.). La historicidad de estas fechas y de estos personajes, sobre todos de los primeros, es muy dudosa. Podemos distinguir dos fases: la monarquía sabina-latina y la etrusca.
         - La llamada monarquía “sabina-latina” incluye cinco reyes, tres de los cuales están inscritos en el ámbito de la leyenda: Rómulo, que comparte durante un período el trono con Tito Tacio, Numa Pompilio, Tulio Hostilio y Anco Marcio. La tradición otorga a cada uno de los reyes un protagonismo específico, que puede ser un reflejo de la evolución organizativa de la ciudad. Rómulo funda la ciudad, instaura la monarquía, y crea las principales instituciones políticas y sociales. Numa Pompilio establece las principales instituciones religiosas. Con Tulio Hostilio se presenta como un rey guerrero y conquistador y Anco Marcio como una mezcla de los dos anteriores.

- A mediados del siglo VII a.C. se instaura en la ciudad de Roma, según la tradición, una dinastía de origen etrusco constituida por los reyes Tarquinio el Antiguo, Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio. La presencia de reyes de origen etrusco en Roma no se interpreta en la actualidad como el resultado de una conquista, sino como la manifestación de la pujanza de las aristocracias etruscas en el área del Lacio. Es en la etapa de los reyes etruscos cuando se producen en Roma las transformaciones institucionales que la consolidan como una auténtica ciudad-estado, lo cual tiene su proyección en el registro arqueológico. En esta fase se construye el gran templo de Júpiter en la colina del Capitolio, se deseca la zona del Foro, mediante la construcción de la Cloaca Máxima y se monumentaliza la muralla de la ciudad.

Las estructuras sociopolíticas de Roma en época monárquica
El gobierno de la Roma primitiva era monárquico, pero fuertemente  condicionado por el poder aristocrático de las familias más antiguas e influyentes. El rey –como sucedía en Etruria– gobernaba acompañado de otras dos instituciones básicas: el Senado y los Comicios, representantes, respectivamente, de la clase aristocrática y del pueblo.
         El rey (rex) no es hereditario sino electivo, a propuesta del Senado y ratificado por la asamblea. Entre sus prerrogativas destacaban la dirección del ejército y su papel como máxima autoridad religiosa. El rey es el jefe del ejército, mediante el ejercicio del imperium, una atribución político-religiosa que le otorga poder ilimitado de dar y quitar la vida al frente del pueblo en armas. Su otra gran prerrogativa es la capacidad de “tomar los auspicia”, es decir, el poder de interrogar a los dioses en relación con la gestión del estado. Además, el rey es responsable del calendario y los sacerdocios. La iconografía del poder real incorpora elementos típicos de la realeza etrusca, como las fasces.
            El Senado (de senex = “anciano”) es el consejo de ancianos consultivo de la realeza. Se componía inicialmente de un centenar de miembros procedentes de las grandes familias (de ahí el nombre que se aplica en ocasiones a los Senadores, patres). Asesoraba al rey en las decisiones políticas.
            El pueblo (populus) se organizaba políticamente en asambleas, que en Roma se denominan comitia (sing. comitium). La asamblea más antigua y tradicional de Roma, que data de esta época, son los comitia curiata, en la que la población se agrupaba en 30 curias (unidades de voto). Sus principales atribuciones eran la confirmación de leyes votadas por el Senado, y la decisión sobre asuntos de guerra, penas capitales, y la ratificación del rey.

Las reformas de Servio Tulio
Al reinado de Servio Tulio se atribuye un conjunto de medidas que resultan claves para comprender el progreso de Roma en su consolidación como ciudad-Estado.
La primera de estas reformas sería la nueva organización de la población en distritos territoriales: las tribus. Todos los ciudadanos romanos fueron inscritos en una de las dieciséis tribus rústicas en que se dividió el territorio, si eran propietarios de tierras; o en una de las cuatro tribus urbanas si no eran propietarios de tierras. Las cuatro tribus urbanas eran: la Palatina, la Collina, la Esquilina y la Suburana. Sus integrantes serían principalmente artesanos, comerciantes y proletarios.
En cuanto a la reforma militar, a Servio se le atribuye la organización de un ejército de carácter hoplítico, ordenado en su armamento y funciones de acuerdo con el poder económico de sus componentes, y en la paralela participación política de los ciudadanos romanos, según los mismos criterios. Esta reforma supuso la constitución de un ejército homogéneo, compuesto de un núcleo de infantería pesada, la llamada classis, articulado en sesenta centurias, base de la legión romana, que, en caso de necesidad, era apoyado por contingentes provistos de armamento ligero, reclutados entre los infra classem. Por encima de la classis, existían dieciocho centurias de caballería, los supra classem, designados por el rey entre la aristocracia.
El reflejo político de esta nueva organización del ejército quedó plasmado en una nueva asamblea ciudadana, los comicios por centurias (comitia centuriata), en los que participaban sólo los ciudadanos que contribuían decisivamente a la formación del ejército, es decir, las centurias de caballería y las de la classis.

El fin de la monarquía
La tradición presenta a Tarquinio el Soberbio como el último rey de Roma. La interpretación clásica de la caída de la monarquía la presentaba como el resultado de un alzamiento nacionalista de patriotas romanos frente a una dinastía etrusca opresora encarnada en la figura de Tarquinio y su familia. Esta imagen está hoy absolutamente superada: el final de la monarquía en Roma se interpreta más bien como una reacción dirigida por el sector más tradicionalista de la sociedad, la aristocracia, que se levanta contra una monarquía que venía favoreciendo a los sectores no aristocráticos de la población, enriquecidos con el auge del comercio y del artesanado.