miércoles, 24 de agosto de 2016

El Alto Imperio

Augusto y la construcción del Imperio

Los fundamentos del poder de Augusto

El Imperio romano instaurado por Augusto es una consecuencia del período de las guerras civiles. Los representantes del segundo triunvirato (Octaviano, Marco Antonio y Lépido) no fueron realmente más que los jefes de grupos rivales, que aspiraban al poder completo; ante tal situación se comprende que la reforma de las instituciones no estuviera más que en el último plano de sus preocupaciones.
Con posterioridad a la batalla de Actium y a la conquista de Egipto le queda al vencedor la tarea de realizar las reformas pendientes. Sin embargo, Octaviano, en guardia ante los resultados de sus predecesores Sila, Pompeyo y, sobre todo, César, se da cuenta de que la monarquía a la que él aspira no es realizable tal cual en Roma y que debe respetar, al menos en apariencia, los recuerdos vivos de la tradicional libertas romana.
En esta encrucijada nace la monarquía como régimen híbrido de novedades y recuerdos tradicionales que, pese a conservar las instituciones republicanas, las sitúa bajo la tutela de un princeps, de donde procede la denominación de Principado que se le ha asignado.
Vamos a intentar definir los poderes de Augusto a través de las diversas modificaciones en el curso de los años. En el 27 a.C. es nombrado Princeps y Augustus. Del 27 al 23 a. C. continúa desempeñando el consulado, compartiendo la mayor parte del tiempo el cargo con amigos fieles, cargo del que abdica ese último año. Pero desde el 23 a.C. funda lo esencial de su poder en el poder tribunicio y en el imperium. El poder tribunicio le pertenece de por vida, aunque es renovado todos los años, y le concede el derecho de convocar los comicios y de proponerles leyes. Su imperium es doble: consular y proconsular, lo que le da la posibilidad de intervenir tanto en Italia como en las provincias, y le convierte, de hecho, en general en jefe.
A estos poderes añadió el de los censores y el de velar por el aprovisionamiento de Roma. A estos títulos y honores vinieron a unirse, entre otros, el de pontifex maximus en el año 12 a.C. y el título de padre de la patria en el año 10 a.C.. De esta forma, tanto por sus poderes como por los honores que se le habían concedido, Augusto era realmente el dueño del mundo romano. Las viejas instituciones republicanas (asambleas populares, magistraturas y senado), reformadas o no, continuaban funcionando como en el pasado. Pero, a pesar de las apariencias de independencia, todos los antiguos órganos de la República se encontraban en dependencia del príncipe.

El programa de reformas

Una de las consecuencias más importantes del régimen augústeo es la constitución de una clase senatorial y de una clase ecuestre, que vienen a relevar a la antigua nobleza desorganizada y al orden ecuestre.
Para ser senador, y formar parte de la clase senatorial con toda su familia, era necesario poseer un censo de un millón de sestercios, y todas las actividades comerciales quedaban prohibidas para los componentes de dicha clase.
Para pertenecer a la clase ecuestre era necesario poseer un censo de 400.000 sestercios y ser llamado por el príncipe, en virtud de sus poderes censorios. La pertenencia a esta clase hace de los caballeros unos servidores del régimen, llamados a desempeñar un cierto número de funciones que les están reservadas y que les permiten, si las realizan a satisfacción del príncipe, esperar la incoroporación en la clase senatorial.
Augusto lleva a cabo una política social muy conservadora, encaminada a restablecer la moral tradicional familiar que había sido alterada por los efectos del imperialismo. En esta línea se inscriben un conjunto de leyes Julias: limitación del divorcio, el adulterio se convierte en un crimen, se sanciona la soltería, se premia a las familias numerosas y se fortifica la autoridad paterna.
La administración central era considerada por Augusto como una administración privada, desempeñada por sus libertos y esclavos de confianza, que comienzan a formar el aparato burocrático del Imperio, aún poco especializado.
La administración de Roma caía bajo la jurisdicción de un funcionario senatorial de rango consular, el Prafectus urbi, dotado de poderes policiales. Todo lo relacionado con el avituallamiento de sus habitantes estaba en manos del prefecto de la Annona, de rango ecuestre. Al mismo tiempo se reorganizó toda Italia, que fue dividida en 11 regiones para facilitar las operaciones censitarias.
En el 27 a. C. se procedió a una reforma que implicaba el reparto del control de las provincias entre emperador y Senado. Las provincias pacificadas y con un avanzado estadio de romanización, que hacía innecesaria la presencia de un ejército, siguieron siendo gobernadas por el Senado por medio de procónsules y propretores anualmente elegidos. De ahí el nombre de “provincias senatoriales”. El resto, por la presencia en su territorio de fuerzas militares permanentes, fueron administradas directamente por el emperador, que gobernaría estas “provincias imperiales” por intermedio de legados de su confianza, como había hecho ya Pompeyo con sus provincias hispanas.
La principal diferencia estaba en la presencia regular y estable de un ejército en las provincias imperiales. La división apenas afectaba, de modo formal, a la auténtica fuente unitaria de poder, el emperador, que, con una serie de recursos, podía intervenir también en la administración de las provincias senatoriales.
Mientras el Senado elegía anualmente a un magistrado de rango senatorial con el título de procónsul y mantenía ligeramente retocado el viejo sistema administrativo republicano, el emperador había creado un sistema más ágil para sus provincias.
A los gobernadores de las provincias imperiales se le otorgó la categoría de legati Augusti propraetore y permanecían en su cargo entre dos y cinco años. Estos gobernadores eran ayudados por otros personajes: los legati iuridici administraban justicia, los procuratores dirigían la administración de las finanzas y los legati legionis estaban al frente del ejército provincial.
Por lo que respecta a Egipto, era una propiedad personal del emperador, por lo que gozó de una situación particular. Su entrada estaba prohibida a los senadores y a los más ilustres de los caballeros para evitar, sin duda, que su posible rebelión acarrease hambre en Roma. El gobernador de Egipto en esta época es el más alto personaje del orden ecuestre, el prefecto de Alejandría y Egipto: reúne en sus manos todos los poderes, incluido el militar, y permanece en el cargo sin limitación de tiempo.
La política exterior de Augusto está orientada a la consolidación y pacificación de las provincias del Imperio. Este objetivo lo lleva a cabo mediante la búsqueda de fronteras naturales donde situar los límites de los territorios conquistados, y mediante el establecimiento de las legiones en las fronteras y en las regiones aún no pacificadas. Con esta política, aparentemente de no agresión, Augusto supera en anexiones territoriales a todos los grandes hombres de guerra de la época Republicana.
Aunque Augusto no llevó a cabo, propiamente hablando, una profunda reforma del ejército, la antigua noción del ejército ciudadano, reclutado únicamente en caso de necesidad, noción a la que la reforma de Mario había asestado duros golpes, fue sustituida definitivamente por un ejército profesional permanente con un servicio de duración prolongada.
Un Imperio así organizado tenía necesidad de finanzas relativamente puestas al día para hacer frente a sus gastos, ante todo a la pesada carga que representaba el pago regular del ejército, así como a los salarios del personal imperial, como consecuencia de la tendencia a reemplazar la antigua noción de magistratura gratuita por la del funcionariado.
Para paliar esta situación se contaba con los impuestos directos e indirectos. El impuesto directo era un impuesto territorial, el tributum, percibido en especies (únicamente el suelo itálico
se hallaba exento de él y los territorios coloniales fuera de Italia debían satisfacerlo, salvo si habían recibido el ius italicum). Mientras que los impuestos directos estaban encuadrados en el esquema provincial, los indirectos eran percibidos en el cuadro de circunscripciones particulares que agrupan a menudo a muchas provincias o partes de provincias.
Los impuestos no constituyen, sin embargo, la única fuente de ingresos imperiales: hay que añadir los ingresos provinciales de las posesiones particulares del emperador, administradas por procuradores, y los ingresos de los monopolios, como la explotación de las minas.
Toda esta organización militar, administrativa y financiera necesitaba la existencia de medios de comunicación rápida entre Roma y las provincias. Para solucionarlo Augusto creó el correo imperial, reservado exclusivamente a los servicios oficiales y a los que no tenían acceso los particulares.
La obra reformadora de Augusto está simbolizada por las profundas transformaciones efectuadas en el centro de la ciudad de Roma, al cual proporciona un carácter monumental. En el Foro Romano dedica un templo a César divinizado y levanta un arco dedicado a su persona; inicia las obras del Foro que lleva su nombre, en el cual erige un templo a Mars Vltor (vengador) como prueba de que Julio César ha sido vengado. Destacan la construcción del Mausoleo dedicado a su memoria y a la de su familia, y la del Ara Pacis, que conmemora a Augusto como el restaurador de la paz. En unos terrenos de su propiedad, su amigo y colaborador Agripa patrocina la edificación del Panteón, reconstruido más adelante por el emperador Adriano.
El régimen de Augusto formaba una monarquía con suficiente flexibilidad para no dejar demasiado descontentos a los terratenientes del régimen anterior. No obstante, del hecho de ser una monarquía que no pregona su nombre, arranca una carencia grave, la de que, a pesar de la asociación al Imperio de Tiberio, nada se había previsto con relación a la sucesión. Augusto muere en el año 14 d.C. sin una base sucesoria clara. Ante el hecho de que los poderes del emperador están asociados a sus cualidades y prestigio, triunfa el principio de que el sucesor sea un miembro de su familia y, al carecer el difunto de descendientes varones, se admite el mecanismo de la adopción. A través de esta vía, Tiberio, hijo del anterior matrimonio de su esposa Livia, es designado futuro emperador.

Se denomina Alto Imperio al período que se extiende entre el año 14 d. C., fecha de la muerte de Augusto, y el 235, fecha de la muerte de Alejandro Severo. A lo largo de estos 200 años se suceden cuatro dinastías imperiales:
- los Julio-Claudios (14-68)
- los Flavios (69-96)
- los Antoninos (96-192) y
- los Severos (192-235).
Si se compara la época imperial con la era republicana, lo primero que resalta es que aquélla, vista en su totalidad, prescinde de los tintes dramáticos que caracterizan sobre todo a los últimos tiempos de la República. La situación del Imperio romano aparece marcada en el interior por un creciente intercambio económico y social entre las diversas provincias, así como por una estabilidad en la política exterior, que en ocasiones llega a pasar por completo a un segundo plano. La pax augusta, como pregonaba la propaganda gubernamental, sirvió de cuño a toda esa época.


Los Julio-Claudios

La muerte de Augusto (14 d.C.) dejó un sensible vacío de poder en la dirección del Imperio romano. La ciudad y las provincias se habían acostumbrado tanto a su gobierno que no se podía pensar seriamente en una restauración de la República. Muchos de sus defensores habían caído en las guerras civiles y, para los contemporáneos, la vieja libera res publica no era más que un cúmulo de palabras biensonantes, pues la mayoría de ellos no la habían vivido, como acertadamente apunta Tácito en la introducción a sus Anales.
Esta situación previa y unos preparativos muy cuidados para la recepción del poder permitieron que Tiberio, hijo adoptivo de Augusto, tomara posesión del cargo como sucesor del fallecido princeps sin mayores dificultades.
Tiberio (14-37 d.C.), el primer emperador después de Augusto fue un dirigente capaz, concienzudamente preparado para asumir su alto cargo, además de haberse acreditado ya como hábil general y administrador durante el reinado anterior. Sobre su persona y su gobierno, pese a las indudables páginas mayoritariamente positivas, se cierne una sombra. Esto se debe, en primera línea, a la valoración tendenciosa que hace Tácito de sus acciones. En efecto, el historiador del primer siglo del Principado no disimulaba su aversión por Tiberio, por lo que esboza un retrato oscuro de su carácter.
El reinado de su sucesor Calígula (37-41) acabó en catástrofe. Después de cuatro años de gestión sacudida por la crisis, donde las ansias de poder por parte del princeps eran enormes y cundía el despilfarro y el mal gobierno, Calígula cae víctima de una revuelta de palacio. Cuando a raíz de su desaparición surgen voces en el Senado que exigían una restitución de la República, las cohortes pretorianas toman la iniciativa adelantándose al Senado y proclaman emperador al último pariente superviviente de la casa imperial.
De esta manera llegó Claudio (41-54) al poder. Cuando accedió al principado era ya un hombre de edad avanzada y enfermizo, que dejó ver algunos apuntes de un gobierno ordenado. Con él los libertos de su entorno llegaron a alcanzar una influencia determinante. Constituían la columna vertebral de un gabinete de gobernación distribuido por negociados. Destaca el importante papel desempeñado por su esposa Agripina, madre de Nerón, que preparó la sucesión de su propio hijo, dejando entrever además notables facultades políticas.
Después de Claudio, Nerón (54-68), que había sido adoptado por éste, le siguió en el trono imperial. Tras los cinco primeros años de su principado, plenamente positivos, que se encontraban bajo la influencia de Agripina, del filósofo estoico Séneca, y del prefecto del pretorio Burro, el estilo de su gobierno dio un vuelco negativo al ir sumándose una serie de crisis externas y convulsiones internas. Un levantamiento que se había estado larvando en las provincias occidentales puso fin al reinado neroniano.

En las dos generaciones posteriores a Augusto, el trono imperial romano fue testigo de significativas carencias desde el punto de vista humano. El hecho de que, sin embargo, el sistema monárquico siguiera firme se debe fundamentalmente a la solidez de los cimientos plantados por Augusto y a que las ciudades de Italia y de las provincias, que eran en realidad las células nucleares del Imperio, apenas si se vieron afectadas por las crisis desencadenadas en su centro de gravedad.
Las víctimas de los abusos de poder procedían del relativamente pequeño círculo de la aristocracia urbana de Roma, que tenía acceso y contacto directo con el emperador. También debe tenerse en cuenta que, pese a situaciones críticas, la mayor parte del trabajo cotidiano de gobernación apenas si se vio afectado por ello. Éste se desarrollaba bajo la responsabilidad de administradores hábiles y experimentados, sobre los que un débil emperador apenas podía ejercer influencia negativa.


Los Flavios

Tras la muerte de Nerón, siguió un interludio sangriento caracterizado por una serie de guerras civiles a lo largo del 68 y 69 (Galba, Otón, Vitelio), bajo las que Italia padeció un sinfín de penalidades. Este tiempo de crisis interna tocó a su fin con la ascensión al trono de Vespasiano (69-79). El ejército estacionado en las fronteras del Imperio hizo valer por vez primera sus pretensiones políticas, con lo que se perfiló entonces claramente dónde residía el verdadero poder. Vespasiano, fundador de la dinastía Flavia, consiguió mejorar de nuevo las relaciones entre la casa imperial y el Senado, que se habían deteriorado considerablemente desde Nerón, y con ello pudo activar la colaboración de la aristocracia en las labores de gobierno. Su principado recordaba al de Augusto: auge de los antiguos valores romanos, fomento del ahorro y restricción del gasto público, reformas en el interior y consolidación de las fronteras son los puntos programáticos más importantes de su actividad pública.
Tito (79-81), hijo de Vespasiano y vencedor en la guerra contra los judíos, mostró como emperador los mismos valores positivos que habían distinguido el gobierno de su padre.
Domiciano (81-96), hermano de Tito y su sucesor, llevó a cabo una política exterior dinámica y llena de éxito. Amplió las fronteras del Imperio en Britania y Germania, donde hizo que se situara la frontera (limes) en una línea que seguía el cauce del Rin y del Danubio. En Roma, su reinado se caracterizó por una fuerte oposición del Senado, que luchó encarnizadamente contra sus tendencias autocráticas y que, a su vez, fue sofocada con violencia por el emperador. Finalmente, Domiciano fue el objetivo de una conjura que partió del Senado que, con fuerzas recobradas, tomó la iniciativa y proclamó de entre sus filas al senador más antiguo, Nerva (96-98), como emperador.

La época de los emperadores Flavios marca la traslación del poder imperial desde la ciudad de Roma hasta Italia. Vespasiano procedía de un municipio itálico y fue el primero de su familia que había conseguido un asiento en el Senado. El cambio en la procedencia social y geográfica de la casa imperial era sin embargo mucho menos llamativo de lo que tal vez pudiera suponerse.
Debido a los actos de violencia de Nerón, los últimos restos de las familias nobles republicanas habían sido eliminados. La mayoría de los senadores mostraban una nobleza relativamente nueva, y muchos de ellos provenían de Italia o de las provincias del Occidente romanizado, lo que, a su vez, venía a reflejar la creciente importancia de la periferia del Imperio en relación con Roma. Esta tendencia fue reforzada por el sucesor que nombrará Nerva, Trajano, que fue el primer emperador romano surgido del seno de una familia provincial, ubicada fuera de Italia.


Los Antoninos

El reinado de los emperadores adoptivos, aunque había sido inaugurado por Nerva, alcanzará en la persona de Trajano su representante más brillante. Esta época ha sido denominada múltiples veces como la más feliz de la Historia Antigua. Una impresionante serie de gobernantes eficientes se sucedió por tres generaciones en el trono imperial romano. Su actividad abarcó todas las esferas de la actividad política, económica y social. La política interior y exterior, la prosperidad pública, el ambiente cultural y las provincias experimentaron bajo los “emperadores adoptivos” un florecimiento.
La serie fue iniciada por Trajano (98-117), que procedía de Hispania. Acabó con los tradicionales procesos contra los críticos del emperador, un mal endémico del despotismo imperial. También logró restablecer unas buenas relaciones con el Senado.
En política exterior rompió con el principio augústeo de la estrategia defensiva y amplió las fronteras del Imperio más allá del Danubio y del Éufrates. Los esfuerzos denodados que implicaban estas empresas también tuvieron sus inconvenientes. Si bien se creó bajo su principado la provincia Dacia Trajana, con lo que el proceso de romanización avanzó al norte del Danubio, los frutos de sus espectaculares conquistas en Oriente fueron de poca duración. Las nuevas provincias que se establecieron allí no pudieron ser mantenidas, y su sucesor Adriano se vio obligado a prescindir de ellas. Con todo, esto no tuvo consecuencias nefastas. Nada expresa de mejor modo la impresión general que tenían de su gobierno sus contemporáneos ni las generaciones posteriores que el nombramiento honorífico de optimus princeps que se le concedió. Con un título así no había sido honrado ningún emperador desde Augusto.
Adriano (117-138), de origen hispano al igual que Trajano, puso en parte su atención sobre otros aspectos distintos a los de su celebrado antecesor. La política exterior expansiva fue corregida y adaptada a los medios reales de los que disponía el Imperio. En el interior, Adriano, que durante sus largos viajes logró recorrer una gran parte del Imperio romano, tuvo la misma positiva actuación que Trajano. Como ningún otro emperador antes que él, Adriano poseía una formación filosófica completa de orientación griega, lo cual le distinguió durante toda su vida como un sincero admirador de la cultura helénica.
Antonino Pío (138-161) prosiguió en la misma línea de reformas iniciada por Adriano. A la ordenación de la administración y de la justicia se añadió una amplia política social orientada a apoyar a través de alimentationes a los más necesitados. La situación legal de los esclavos fue mejorada y el sistema de asistencia estatal empezó a cubrir más esferas.
Con el mismo espíritu de su antecesor, cumplió también con sus deberes de gobierno Marco Aurelio (161-180), conocido como el emperador-filósofo. Bajo su reinado aparecieron los primeros síntomas de una crisis del Imperio que ya se venía anunciando desde hacía años. Las consecuencias de una gran peste, que diezmó amplias capas de la población, así como la revuelta de la tribu de los marcomanos, ensombrecieron su tiempo de gobierno. De este modo, el emperador, en contra de su inclinación y su voluntad, tuvo que dirigir largas y sangrientas guerras en las fronteras, que, aunque se desarrollaron con éxito, minaron las fuerzas del Imperio.
Con la elevación de su hijo Cómodo (180-192) como socio y heredero de su principado, Marco Aurelio rompió el, hasta ese momento, imperante principio de adopción (fomentado porque ningún emperador desde Nerva hasta Antonino Pío había tenido descendencia masculina propia) y así posibilitó que se volviera a la sucesión dinástica, que había producido algunas decepciones en el pasado. El gobierno de Marco Aurelio marca el punto final de una época dorada de la historia romana.


Los Severos

Con la dinastía de los Severos (193-235), el Imperio se convierte en una “monarquía militar”: en la sucesión predomina la herencia por la vía de la sangre, pero atormentada por el asesinato y siempre bajo la custodia del ejército.
De las dilatadas y sangrientas luchas por el poder desatadas tras la eliminación de Cómodo, se proclamará vencedor Septimio Severo (193-211), experimentado general de procedencia africana. Consiguió estabilizar el frágil orden político interno y defender con éxito las amenazadas fronteras del Imperio.
Durante los reinados de sus sucesores Caracalla (211-217), Heliogábalo (218-222) y Severo Alejandro (222-235) se multiplican las dificultades políticas del Imperio, al aumentar la presión de los pueblos limítrofes y al manifestarse de forma dramática y por primera vez la debilidad del sistema defensivod del Imperio. Se crea con ello un precedente que sensibiliza a los pueblos limítrofes sobre la vulnerabilidad del Imperio.
De la época de los Severos destacaremos dos elementos. Por una parte, la consolidación del poder imperial protagonizada por Septimio Severo, cuyo prestigio personal permitió la prolongación de la dinastía. En segundo lugar, el decreto por Caracalla, en 212, de la Consitutio Antoniniana, que garantizaba a todos los hombres libres de las provincias el derecho a acceder a la ciudadanía romana, un paso decisivo hacia la homogeneización del estatus jurídico de todos los habitantes del Imperio.


La crisis del s. III

La muerte de Severo Alejandro (235) abre un largo período de crisis, eminentemente política, que se extenderá durante cincuenta años (235-284). A esta crisis contribuyen los peligros exteriores (presencia de los bárbaros, que atraviesan el limes en muchas de sus zonas...) y el hecho de que el mismo poder imperial sea objeto de disputa entre diversos competidores, a veces bárbaros o semibárbaros, que al poco tiempo de su proclamación pierden la vida.
En estas condiciones, la situación de la economía es sombría, el bandolerismo se desarrolla en todas partes y las instituciones, a pesar de que existen, apenas pueden funcionar con normalidad. Durante estos años, numerosos candidatos aspiran al poder, y su elección o destitución en manos de los pretorianos, del senado y, sobre todo, del ejército, se caracterizan por el asesinato, la usurpación y los pronunciamientos militares.
La necesidad de defender un Imperio tan vasto sitúa al ejército en un primer plano y, en consecuencia, éste se convierte en protagonista de la vida política al reclamar las legiones la elección de un emperador militarmente aceptable y que tutele sus intereses.
La inestabilidad del poder político dificulta hacer frente a los pueblos germánicos que, ante la necesidad de alimentos y la falta de tierras, intentan atravesar las fronteras del Imperio. La parte occidental sufre las incursiones de francos y de alamanes, que penetran en Hispania (asedio de Tarraco en 269 d.C.) y en Italia (259, 268, 271 d.C.).
En este contexto de defensa de los territorios occidentales frente a los pueblos germánicos acaece la usurpación de Póstumo, general del emperador Galieno, que pretende crear un Estado independiente de Roma y que sumerge a estas provincias en la anarquía.
En Oriente, Roma asiste al surgimiento de una nueva y vigorosa dinastía persa, la de los Sasánidas, que recoge la herencia del antiguo Imperio Persa. La victoria de los partos por parte de Sapor I (241-273 d.C.) pone en peligro la provincia de Siria; la expedición efectuada por Valeriano para restablecer el equilibrio en la zona finaliza con la captura del propio emperador, que muere en prisión, a manos del monarca sasánida.
El avance persa está compensado por las ambiciones de los pequeños reinos locales, como es el caso de Palmira, cuyo rey Odenato y su esposa Zenobia logran la autonomía frente a Roma y extienden sus dominios hacia Egipto y el sureste de Asia Menor.
La elección de Aureliano como emperador (270 d.C.) por las legiones de los Balcanes significa el inicio de la restauración del orden imperial, que culmina con Diocleciano. Aureliano restablece la unidad territorial con la destrucción de Palmira y la victoria sobre Tétrico, el último jefe del Imperium Galliarum. Aureliano es también el primero en reducir la frontera del Danubio al abandonar Dacia y retornar el Imperio a sus confines naturales. En el año 271 d.C., este emperador inicia la construcción de las nuevas murallas de Roma.

domingo, 22 de mayo de 2016

La Crisis de la República

Las consecuencias de la expansión

La conquista romana del Mediterráneo trajo como consecuencia profundos cambios en la vida política, social y económica de Roma e Italia.
Las crecientes necesidades militares obligaron a prolongar los mandatos de los generales romanos más allá del límite reglamentario de un año. Esto tuvo peligrosas consecuencias al ir generando ambiciones personales que socavaron el sistema de las magistraturas anuales.
En el plano económico, se produjo en toda Italia una crisis agraria grave. Los soldados romanos -que seguían siendo pequeños y medianos propietarios de explotaciones agrícolas- fueron obligados a luchar en áreas lejanas del Mediterráneo, cada vez durante periodos más prologados. Ese nivel de dedicación a la guerra fue desastroso para el pequeño campesinado, que no podía mantener sus granjas. Se contrajeron deudas y a ello siguió el desposeimiento a través de la venta o el desahucio.
El proceso se aceleró por el hecho de que los ricos buscaron invertir los beneficios de las guerras en tierras itálicas, lo que supuso el crecimiento de latifundios trabajados por esclavos. Éstos eran suministrados en abundancia gracias a las esclavizaciones masivas de poblaciones vencidas, resultaban relativamente baratos y tenían la ventaja adicional de que estaban exentos de servir en el ejército.
Todo ello supuso la crisis paulatina de los pequeños y medianos propietarios-campesinos. Muchos de ellos emigraron a las ciudades, especialmente a Roma, donde empezaron a crearse posibilidades de empleo debido a los grandes gastos de los ricos en lujos, servicios, sobornos políticos y diversiones.
Los ingresos estatales en forma de botín, indemnizaciones y tasas fueron inmensos. La organización de los suministros al ejército la llevaban a cabo sectores privados que competían por las contratas publicas del Estado: las “sociedades de publicanos”. Estos publicani, pertenecientes al sector de los ecuestres o caballeros, adquirieron los derechos de recaudación de los tributos de las provincias, y se beneficiaban de las contratas para la construcción de edificios públicos, calzadas y otros servicios. Esto supuso riqueza y poder para los principales publicanos, que formaron un grupo de presión muy influyente, pero al margen del Senado (a los senadores no les estaba permitido participar en este tipo de negocios).


Las reformas de los Gracos

Las crecientes dificultades del reclutamiento y la degradante condición del proletariado romano fueron los principales problemas que Tiberio Sempronio Graco se propuso atajar durante el tiempo que ejerció como tribuno de la plebe (133 a.C.). Graco propuso, mediante una ley agraria, restablecer a los campesinos desposeídos en parcelas del territorio público. La tierra necesaria fue adquirida por la imposición de un límite legal a la extensión de las apropiaciones en usufructo del ager publicus y reclamando en nombre del Estado a los que tenían tierras en propiedad por encima del límite establecido. El proyecto de ley de Graco supuso una grave amenaza de los intereses creados de muchos propietarios acaudalados y despertó una intensa oposición. Las tensiones se agravaron cuando el tribuno decretó que las riquezas legadas por Átalo III de Pérgamo al pueblo romano fueran destinadas a financiar la reforma agraria. La oposición se escandalizó por esta interferencia sin precedentes en las atribuciones del Senado. El intento de
Graco de presentarse a un nuevo tribunado fue el detonante del enfrentamiento con la oligarquía conservadora, que acabó con la muerte de Tiberio y muchos de sus seguidores.
Su hermano menor Cayo Sempronio Graco dirigió un ataque más radical contra el orden establecido. Obtuvo dos tribunados consecutivos (el de 123 y 122 a.C.), en los que introdujo una amplia gama de reformas destinadas a paliar algunos de los problemas más acuciantes de la sociedad y la administración romanas.
Aprobó una nueva ley agraria, promoviendo la fundación de colonias en Italia y África. Propuso la mejora de las condiciones del servicio militar, la organización por el Estado del suministro de trigo a la ciudad de Roma. Atacó la corrupción senatorial e intentó frenar los abusos de autoridad de los magistrados mediante. Reorganizó el procedimiento en casos de mala administración por parte de los gobernadores provinciales, mediante la creación de un tribunal regular de justicia. Por último, Graco intentó ampliar el derecho de voto, otorgando los derechos de ciudadanía romana a los latinos y los derechos latinos a los aliados itálicos. Esta disposición fue rechazada por la plebs, que no deseaba compartir sus privilegios.
Cuando expiró su mandato en 121 a.C. se produjo una tentativa de revocar algunas de sus leyes y sus seguidores protestaron con violencia. El Senado aprovechó para declarar el estado de excepción (senatusconsultum ultimum), y Graco y muchos de sus seguidores fueron asesinados.
La importancia histórica de la obra de Cayo Graco se debe al volumen y alcance de su legislación. Nada semejante se había visto antes en Roma y no se repetiría hasta el gobierno de Julio César.

A partir de esta época comienzan a identificarse dos tendencias políticas en el seno de la nobilitas. Por una parte una mayoría conservadora, que defendía la autoridad del Senado y se oponía a cualquier intento de reforma, y en especial a las promovidas por los tribunos de la plebe: era los llamados optimates. Figuras destacadas de este sector serán personajes como Sila o Cicerón. Por el contrario, los llamados populares eran también miembros de la nobilitas pero que, como los Graco o, posteriormente, Mario o César, intentaron tomar medidas de reforma en nombre de la causa del pueblo. Pero también los políticos populares utilizaron la demagogia y la manipulación de las masas, con el objetivo de consolidar su propio poder personal.


Mario y la reforma del ejército

Entre 113 y 105 los ejércitos romanos sufrieron duras derrotas frente a tribus germanas -cimbrios y teutones- en la Galia. La última de estas derrotas, en la batalla de Arausio, fue una autentica masacre y dejó a Italia a merced de los germanos. En este contexto surge la figura de Cayo Mario. Mario era un homo novus, que ascendió a la primera línea política debido a su sólida competencia militar y a su popularidad por sus éxitos en combate.
Elegido cónsul en siete ocasiones desde el 108 a.C., Mario dirigió las victorias de Roma contra el rey númida Yugurta y contra los cimbrios y teutones. Sus victorias fueron conseguidas por un ejército que él mismo había transformado en una fuerza de combate eficiente y disciplinada. Con el campesinado en declive, el único camino para resolver el problema del reclutamiento no era otro que limitar la cualificación de propietario a efectos del servicio militar, o ignorarla por completo, como hizo Mario. La acción de Mario fue simplemente la etapa final en la formación de un ejército profesional que dejó de basarse en la dedicación parcial de los campesinos a tareas militares.
Ello tuvo importantísimas consecuencias en la sociedad y la política republicanas: la relación entre la posesión de propiedades y el servicio militar quedó rota y el servicio al ejército se convirtió en una forma de empleo para hombres que no poseían tierras. La consecuencia de ello fue que los ejércitos, integrados ahora por proletarios, empezaron a reclamar una remuneración permanente por sus servicios, concretada en forma de tierras de cultivo. Por entonces, el Estado romano no estaba preparado para garantizar un sistema regular de remuneración de lotes de tierras para compensar a los veteranos. Por ello los soldados comenzaron a apelar a sus jefes militares para obtener el beneficio deseado. De este modo los ejércitos se convirtieron en instrumentos de intereses políticos particulares en manos de imperatores ambiciosos, dinámica que caracteriza el último siglo de la República.


En la guerra contra Aníbal, Roma había estado al frente de una alianza de comunidades itálicas libres a las que, en buena medida, debía la victoria frente al que se presentó como “invasor extranjero”. Pero poco a poco, los aliados se dieron cuenta de que en realidad eran súbditos que llevaban el peso de unas guerras de las que no obtenían suficiente beneficio. En el 90 a.C. estas reivindicaciones acabaron en un conflicto militar entre Roma y los aliados, conocido como “guerra social” (de socii, “aliados”). Los romanos consiguieron la victoria militar, pero reconociendo su derrota política, pues se inició la concesión de ciudadanía romana estas comunidades.


La dictadura de Sila

Apenas estuvo resuelta la crisis itálica llegaron noticias de un desastre en las provincias orientales. Durante algunos años Roma se mantuvo a la expectativa ante el espectacular ascenso del reino del Ponto bajo el mandato de Mitrídates VI (121-63 a.C.). En 89 a.C. un pretor romano provocó imprudentemente un ataque contra Mitrídates, quien invadió la provincia de Asia ordenando la matanza de todos los romanos allí residentes.
La tarea de conducir un ejército romano contra Mitrídates le fue encomendada al cónsul L. Cornelio Sila. Mario, deseoso de dirigir él mismo las operaciones hizo que un tribuno de la plebe forzara en la asamblea la sustitución de Sila por Mario como comandante de la campaña contra Mitrídates. Los acontecimientos se precipitaron: Sila se reunió con las tropas que esperaban partir hacia y Asia marchó sobre Roma, que se rindió sin violencia (88 a.C). Sila marchó a Oriente para enfrentarse a Mitrídates y, en su ausencia, líderes populares como Cinna y Mario (muerto en el 86), se hacen con el control de Roma.
Tras hacer retroceder a Mitrídates, en el 83 a. C. Sila regresó a Italia, estallando la guerra civil. Hubo encarnizadas luchas en Italia y en las provincias, en las que se destacó el joven Pompeyo. Instalado en Roma desde el 82 a.C., Sila llevó a cabo una dura purga entre sus oponentes mediante las célebres proscripciones, con ejecuciones sumarias y confiscación de bienes. Sila se convirtió en dictador e introdujo una serie de leyes con las que pretendía anular la capacidad de acción de los populares. En particular intentó minar el poder del tribunado de la plebe, limitando severamente sus poderes de veto y legislación. Además, acometió diversas reformas tendentes a organizar y actualizar el cursus honorum, y amplio hasta 600 el número de senadores. Finalmente, abolió el subsidio estatal de raciones de grano. Acabado su mandato, se retiró a la vida privada y murió a principios del 78 a.C.
Sila atacó los síntomas de la crisis de la República pero no las causas. Estableció una estructura de gobierno en que tuvo más poder que nunca la oligarquía senatorial, pero basada en la violencia y no en el consenso. Los principales seguidores de Sila fueron los primeros en explotar la debilidad del sistema tan pronto como él faltó.


El ascenso de Pompeyo

Las décadas siguientes a la muerte de Sila se caracterizan por el ascenso de personajes como Pompeyo, en el que el Senado va delegando la responsabilidad de solucionar los graves problemas militares que aquejan a Roma, lo que a su vez revela la crisis del sistema tradicional de magistraturas.
La primera de estas misiones fue la derrota de Sertorio. Q. Sertorio, se había exiliado de Italia al acercarse los ejércitos de Sila y se había retirado a Hispania, donde inició una revuelta general, apoyada tanto por los hispanos como por los romanos e itálicos residentes allí. El ejército consular enviado a someterle fracasó, por lo que el Senado decidió enviar a Pompeyo, nombrado procónsul en el 77.
Mientras Pompeyo se encontraba en Hispania, en Italia surge, a finales de los 70, la revuelta de Espartaco, la última de las guerras de esclavos de la antigüedad. Las revueltas de Espartaco no fueron, en realidad, movimientos revolucionarios, sino más bien intentos de los esclavos de escapar de su miserable condición: no había un trasfondo ideológico ni un movimiento organizado para la abolición de la esclavitud como tal.
Tras acabar con la rebelión de Sertorio, y terminar con los restos del ejército de Espartaco en su vuelta a Italia, Pompeyo se convirtió en la figura más destacada de la República. Era popular y capacitado y tenía leales seguidores tanto entre los soldados y el pueblo, como en las provincias, donde había tratado con moderación y respeto a las poblaciones nativas.
A comienzos de los años 60 el problema de la piratería se agudizó. En el 67 a.C. se dio a Pompeyo un mando especial contra los piratas, con control sobre inmensos recursos en hombres, dinero y suministros. En tres meses consiguió limpiar de piratas las costas, lo que en su momento fue considerado una asombrosa hazaña de organización y táctica.
Al año siguiente se le encargó Pompeyo la continuación de la guerra contra Mitrídates, que seguía actuando en Oriente. En su expedición a Oriente, Pompeyo venció a Mitrídates, conquistó toda Anatolia y Siria y avanzó por el sur hasta Jerusalén, tomándola en el 63 a.C. Creo la provincia de Siria, la de Bitinia y Ponto, amplió la de Cilicia, y rodeó las nuevas provincias de un escudo protector constituido por reinos vasallos tributarios de Roma. Se apoderó de cuantioso botín y otorgó a sus soldados un donativo equivalente a doce años de paga.
Mientras, en la propia Roma se experimentaba una creciente crisis económica y una atmósfera de tensión política. En ese ambiente comienzan a ascender las figuras del riquísimo Craso, del orador y político Cicerón, y del joven aristócrata Cayo Julio César.
M. Tulio Cicerón, brilllante orador y político, fue un homo novus, que llegó al consulado representando al sector conservador de los optimates. Durante su mandato descubrió la conjuración encabezada por L. Sergio Catilina para intentar dar un golpe de estado, aupado en la promesa de reformas agrarias y cancelación de las deudas. Este episodio, magnificado por el propio Cicerón, es revelador del profundo descontento de muchos sectores de la sociedad romana.
M. Licinio Craso era un aristócrata que, como Pompeyo, había sido protegido por Sila, enriqueciéndose extraordinariamente con las proscripciones. Había participado también en la sofocación de la revuelta de los esclavos de Espartaco. Representaba los intereses del sector de los equites, donde tenía extensas clientelas, y financió la carrera política del joven y empobrecido Cayo Julio César, con el fin de conseguir sus propios fines políticos.
C. Julio César era un joven aristócrata de una antigua familia patricia, pero ligado por lazos familiares a Mario, que vio coartada su carrera política por el golpe de estado de Sila. En los años 60, el joven político se esforzó por ganar popularidad, cultivando el recuerdo de Mario, pero sin descuidar las relaciones con Pompeyo y Craso, entre los que supo moverse con astucia.
Durante esta etapa, la violencia se convirtió en un mal endémico en la vida política de Roma: las bandas armadas incontroladas intensificaron su actividad en la ciudad, donde la fuerza policial era insuficiente para mantener el orden.
A finales del 62 a.C., Pompeyo regresó a Roma para celebrar su triunfo. Esperaba que el Senado ratificara sin dificultades su ordenamiento en Oriente y que proveyera de tierras a sus veteranos. Pero estas peticiones chocaron con la resistencia de los optimates, quienes decidieron frustrar los deseos de Pompeyo, temerosos de otorgar tanto prestigio y poder a un sólo hombre; al hacerlo provocaron una situación de profunda crisis política que desembocaría en la desintegración de la república.


El “primer triunvirato”

La actitud de los optimates condujeron a Pompeyo a una alianza política con Craso y César. Este pacto -conocido erróneamente como el “primer triunvirato”- supuso la triple combinación de la popularidad de Pompeyo, la riqueza y conexiones de Craso y la sagacidad política de César. César ganó, con el apoyo de sus nuevos aliados, el consulado en el 59 a.C. y, ya en el cargo, introdujo una serie de leyes satisfactorias para los tres, al margen de la voluntad del Senado (Bíbulo, el otro cónsul, fue totalmente arrinconado por César).
Fue confirmado el ordenamiento de Pompeyo en Oriente y se dio tierra a sus veteranos. César se otorgó un mandato especial de cinco años en la Galia. La alianza se vio fortalecida por el matrimonio de Pompeyo con Julia, hija de César. En el 58 a. C., César marchó a su provincia y se lanzó a la conquista de las Galias (58-51 a.C.).
En el 56, en Luca (Galia Cisalpina), César, Craso y Pompeyo renovaron su alianza. Pompeyo y Craso recibieron un mandato especial de cinco años cada uno; Craso se dirigió a Siria
para iniciar una campaña contra el imperio parto. Pompeyo recibió Hispania, que gobernó por medio de legados, mientras permanecía en Roma vigilando los acontecimientos de la ciudad. El mandato de César en la Galia fue prolongado por un segundo período de cinco años.
En el 54 a. C. la esposa de Pompeyo, Julia, murió y, con ella, el lazo personal que le unía a César. Un año más tarde moría Craso en la batalla de Carrhae, contras los partos. Esto incrementó aún más las tensiones entre César y Pompeyo. Mientras tanto, la violencia y el desorden prevalecían en Roma, impidiendo el funcionamiento normal del gobierno. Finalmente, el Senado nombró a Pompeyo, con el que volvía a estar aliado, “cónsul único” para restablecer el orden.
Para entonces César casi había culminado la conquista de la Galia y su segundo mandato extraordinario de cinco años estaba a punto de llegar a su fin. El miedo a César provocó la unión de Pompeyo y los optimates, que intentaron frustrar las ambiciones de César de continuar manteniendo su imperium presentándose a un nuevo consulado.
La intención del Senado era que César acabase su mandato para poder enjuiciarle y acabar con su carrera (y con su vida, probablemente). Pero los intentos del Senado de que César perdiese su mandato (y su imperium), fueron vetadas por tribunos de la plebe al servicio de César (entre ellos, Marco Antonio). Finalmente, en enero del 49 a.C., el Senado declaró a César enemigo público, autorizando públicamente su eliminación. Como respuesta, César cruzó el río Rubicón, invadiendo Italia con su ejército, en lo que suponía la declaración de una nueva guerra civil, y el inicio del fin de la República.
Desde el año 60 a.C. el control del gobierno había pasado del dominio aristocrático al de personajes como Pompeyo, Craso o César, apoyados por sus ejércitos “privados” y por amplias clientelas, y dotados de mandatos especiales que los liberaron de las restricciones del sistema de magistraturas anuales colegiadas. La oligarquía senatorial no contaba con el respeto y la lealtad de amplios grupos de la sociedad. Las clases populares optaron por apoyar a líderes individuales que, a su vez, dependían de ellos y de su apoyo y que, consecuentemente, dedicaban buena parte de su esfuerzo a garantizar sus necesidades materiales.


El triunfo de César

Cuando César invadió Italia en el 49 a.C., Pompeyo se retiró a los Balcanes. César se apoderó con rapidez de toda Italia, entró en Roma y se hizo nombrar dictador. A finales del 49 a.C. partió al encuentro de Pompeyo, derrotándole en la batalla de Farsalia en el 48 a.C. Pompeyo huyó a Egipto, donde fue asesinado, poco antes de la llegada de César. En Alejandría. César intervino en una disputa dinástica, tomando partido en favor de Cleopatra, que se convirtió en su amante, y a la que instaló en el trono de Egipto.
De regreso a Roma a través de Asia Menor César perdonó a aquellos que, como Cicerón, habían apoyado a Pompeyo, y organizó los asuntos de la ciudad. En Roma, César celebró un triunfo espectacular, pero antes de acabar el año hubo de acudir de nuevo a Hispania, donde derrotó a los seguidores de Pompeyo en la batalla de Munda (45 a.C.). César volvió a Roma, pero no habían transcurrido seis meses cuando fue asesinado.
Durante su breve estancia en Roma, César emprendió un vasto programa de reformas políticas, sociales y administrativas orientado atajar la miseria y las deudas de la plebe romana.
Gran número de ciudadanos pobres y veteranos licenciados fueron asentados en colonias en Italia y, especialmente, en las provincias. Se adoptaron medidas para regular la distribución del trigo y para erradicar las bandas armadas. Se dio forma definitiva al sistema de recaudación de tasas directas en Asia y otras provincias, que fueron gobernadas por legados nombrados directamente por César. Recompensó a muchos de sus aliados admitiéndoles en el Senado, por lo que el número de sus miembros se incrementó hasta 900. Inició una serie de grandiosos proyectos de edificaciones, el más impresionante de los cuales fue la construcción de un foro completamente nuevo alrededor del templo de Venus Genetrix, ancestro de la familia Julia. El calendario de 365 días y un cuarto, fue introducido por César el 1 de enero del 45 a.C.
Durante sus últimos años César gobernó con las atribuciones de un rey aunque sin el título: acumuló inauditos honores en el Senado, el mes en que había nacido fue llamado Iulius, emitió monedas que llevaban su retrato... César no ocultaba ya su desprecio por las formas constitucionales republicanas: nombró directamente a los magistrados y limitó las funciones del
Senado a la aprobación de sus decisiones. Semejantes hechos ofendían gravemente a hombres que se percibían a sí mismos como garantes y portadores de las tradiciones del Estado: en los idus de marzo del 44 a.C., Julio Cesar fue asesinado por un grupo de senadores conjurados.


Antonio y Octavio

La muerte de César produjo confusión y perplejidad, al mismo tiempo que una lucha desaforada por el poder. Los personajes más importantes entre los antiguos aliados de César eran M. Antonio y M. Emilio Lépido. Pero pocas semanas después del asesinato se presentó un nuevo e inesperado factor con el regreso a Roma de C. Octavio, al que César había adoptado y nombrado heredero.
Octavio era nieto de la hermana de Julio César. En el 44 a.C. tenía 19 años y estaba estudiando en Grecia, cuando llegó a sus oídos la noticia de la muerte del dictador. Decidió regresar a Italia al instante para reclamar sus derechos de sucesión. En Roma, Octavio se vio obligado a aliarse con los optimates, que creían que más adelante podrían utilizarlo en su lucha contra Marco Antonio.
Pronto se desataron las hostilidades, y se envió un ejército al mando de los cónsules y de Octavio para combatir a Antonio, acuartelado en la Galia. En Módena, Antonio fue derrotado, pero los cónsules fueron muertos; Octavio aprovechó la ocasión para ponerse a la cabeza del ejército y obtener el consulado por la fuerza. Octavio contaba con el apoyo de muchos plebeyos, que se unieron a él como heredero de César.
Antes de acabar el año los líderes cesaristas decidieron limar sus diferencias y presentar un frente unido contra el Senado y los asesinos de César. Antonio, Octavio y Lépido constituyeron un (ahora sí) triunvirato, tras procedieron a eliminar a sus oponentes políticos. Más de 300 senadores (incluido Cicerón) y 2.000 caballeros encontraron la muerte en el reinado del terror que siguió a estos sucesos. En el 42 a.C., Octavio y Antonio derrotaron a Bruto y Casio, los líderes del complot contra César, en la batalla de Filipos.
Tras la victoria se llevó a cabo la distribución del imperio. Octavio obtuvo Italia y la mayor parte de las provincias; Antonio recibió un mandato contra los partos en Oriente. A Lépido se le arrinconó en África.
En oriente, Antonio llevó a cabo una campaña contra los partos y armenios y en Alejandría contrajo matrimonio con Cleopatra. Mientras tanto Octavio dedicó sus esfuerzos a consolidar su posición en Italia; inició una guerra propagandística contra Antonio, explotando su relación con Cleopatra y la tradicional aversión de los romanos hacia los orientales.
En el 32 a.C. las ciudades de Italia le prestaron juramento personal de fidelidad y le pidieron que encabezara una “cruzada” nacional contra Antonio y Cleopatra. Dicha campaña, iniciada poco después, terminó con la victoria total de Octavio en la batalla de Actium (31 a.C.); Antonio y Cleopatra escaparon a Alejandría, donde se suicidaron. Esa fecha marca el inicio de una nueva forma de gobierno y administración de los dominios de Roma, en la que Octavio se convertirá en un auténtico “monarca”.

sábado, 12 de marzo de 2016

La Evolución Política de la República

El principio de la República romana también es llamado como la edad oscura romana. Hay un desarrollo constitucional en este período. Las constitución romana no nace en virtud de una ley sino que se va formando poco a poco. El sistemas de las magistraturas y las asambleas van definiéndose poco a poco. Se van creando nuevas magistraturas o perfilando las antiguas según el tiempo que lo requiera. Con los inicios de la República se formulan las primeras magistraturas. Algunas de estas instituciones son de tradición monárquica que van evolucionando de una forma lineal. El segundo
aspecto que hay que destacar es aquel que marca la historia interna de Roma tanto política como social en los siglos V y IV, el llamado conflicto patricio-plebeyo.
La sociedad romana se dividía entre el patriciado y la plebe. Si acudimos a la tradición, estos dos órdenes tienen su origen en el mismo momento de la fundación. Fue Rómulo el que los creó. En el momento de crear la ciudad cogió a los cien más distinguidos con los que formó el senado, el patriciado, y los demás serían la plebe. Desde los comienzos de la crítica histórica comenzaron a idearse otras interpretaciones para formular el origen de estos órdenes. El patriciado puede haber surgido durante la monarquía pero con una connotación política. El patriciado es una aristocracia política.
Con la llegada de la República, aunque puedan ser admitidas en el patriciado algunas familias de procedencia extranjera, ya se tiende a concentrar al patriciado. Empieza a ser más exclusivo. Una vez que la situación se estabiliza, estos primeros años están marcados por el sentimiento de la conciliación entre el patriciado y la plebe. El temor al retorno de la monarquía conlleva a practicar una política de conciliación. Tal actitud se aprecia en la reconstrucción del senado, con nuevos senadores.
Estos nuevos senadores son llamados conscripti. Se establece una diferencia entre los antiguos y los nuevos reclutados entre la plebe, con un nivel económico superior dentro de esta plebe pero en un nivel inferior al de los patres en el senado. Esta reconstrucción da muestras de la política de conciliación y unidad entre todos.
Las cosas van cambiando poco a poco. En el año 495 a.C., murió Tarquinio el Soberbio por lo que se alejó toda esperanza de retorno de la monarquía. A esto se une unos pocos años antes la victoria romana sobre los latinos en el lago Regilo, lo que supone la hegemonía de Roma sobre el Lacio, y en el 493 se firmó el foedus cassianum, un tratado que regulaba las relaciones entre la República romana y la Liga Latina, firmada por Publio Casio. Es un tratado en el que Roma está en una forma de superioridad.
Estos hechos que se van sucediendo en un período de tiempo breve significa el asentamiento de un nuevo régimen en el que la República está establecida con cierta firmeza. Es a partir de aquí cuando se produce un cambio en las tendencias de la aristocracia la cual se radicaliza tendiendo a establecer un régimen más oligárquico y surge el conflicto con la plebe.

El Conflicto Patricio-Plebeyo

Las causas del conflicto patricio-plebeyo son diversas. La plebe es una masa heterogénea con diferentes intereses. Estaban los proletarios, la clase campesina que formaba parte de la classis y de la infra calssem, y también una aristocracia plebeya que se ve marginada de la función política ya que el sistema les priva el acceso al poder.
Dentro de la plebe, es el campesinado el que conforma la mayor parte de esta población. Los primeros síntomas del conflicto aparecen a causa de problemas del campesinado, entre los que se detectan dos problemas propios de una sociedad arcaica. Por un lado la utilización del ager publicus y el problema del nexum (esclavitud). El ager publicus es aquel territorio que corresponde al Estado, al pueblo romano, que se opone al ager privatus el cual pertenece a la ciudad a título individual. El ager publicus procede de anexiones territoriales como consecuencia de una victoria militar. El que se beneficiaba en primera instancia de esta tierra era el patriciado y las grandes familias que lo utilizaban como tierra de pastos para sus ganados. Pero la plebe campesina exige otro uso distinto ya que esta tierra también es conseguida por los ciudadanos por lo que quieren que la tierra se parcele y se le adjudique a cada individuo.
El segundo problema es el nexum, la servidumbre por deudas. Esto implica que los grandes propietarios incrementasen su patrimonio. Los acreedores, que condenaban a los otros a la servidumbre, no eran solo patricios sino hay que incluir también a la élite plebeya. Otras de la facetas de las vertientes del conflicto patricio-plebeyo es que afecta también a la élite plebeya. Estos plebeyos tenían influencia social pero se veían marginados en la función política.
En los primeros años de la República vemos nombres plebeyos ocupando el consulado, ya que en estos tiempos de la República no se elegía al cónsul por la asamblea sino que el cónsul saliente nombraba al entrante y éste era aprobado posteriormente por la asamblea. Después se impondrá una barrera para estos nombramientos de plebeyos para el consulado, impuesta por la aristocracia. Por último está la plebe urbana, que existía pero en un plano secundario. Esta plebe económicamente era poco consistente ya que Roma no era una ciudad con una gran actividad comercial y artesanal. Había artesanos que durante cierto tiempo llevaban una vida activa en la época en la que se construyeron varios templos a principios de la República. Pero a partir del año 475 toda la fachada tirrénica de Italia entra en una crisis aguda como consecuencia de los cambios geopolíticos del mundo griego, por lo que el comercio de los vasos cerámicos descienden. Esta crisis también sucede en Roma y los que la sufren son estas clases urbanas que ven que no tienen trabajo. Se para la vida económica y estas clases sufren. Sus reivindicaciones son distintas a las de la aristocracia y la plebe. Esta clase, era dentro de la población, aquella que con su actividad mantenía relaciones con otro pueblos extranjeros como los griegos del sur, por lo que a través de ellos se transmitían diferentes culturas.
Según la tradición, en el 494 a.C., es cuando se dieron los primeros pasos en el conflicto patricio-plebeyo.
Cuando el ejército regresaba de una campaña militar, estando todavía bajo las armas y no estando todavía licenciados, se retiran en masa al monte Aventino como respuesta a la aristocracia, con el objetivo de fundar una nueva ciudad. Al senado le entró temor y negociaron con ellos. Enviaron a Agripa Menenio quién consiguió hacerles regresar pero a cambio se acordó conceder a la plebe unos magistrados propios y excluir a los patricios de esta magistratura. Este magistrado es el tribuno de la plebe.
Aunque todo esto es considerado como una leyenda excepto la aparición del tribunado. Esta estructura plebeya consistía en unas magistraturas, los tribunos y los ediles de la plebe, una asamblea que era el Concilium plebis y un centro religioso, el santuario de Ceres. Se trata de una acción protagonizada por los assidui, los propietarios de tierras, que conforman el ejército. Éstos llevan a cabo una serie de decisiones unilaterales sin intervención del patriciado. La plebe empieza a reivindicar su autonomía.

El Tribuno de la Plebe

El tribunado nace como una magistratura un poco anárquica. El título de la magistratura viene del hecho de que los primeros tribunos se reclutaban dentro ejército, el tribunus militus. La creación de esta magistratura viene determinada por una lex sacrata, ya que el soldado presentaba el sacramentum, un juramento de lealtad al comandante y como garantía de este juramento se ponía a la divinidad de manera quien lo incumple incurre en delito religioso.
Los tribunos de la plebe nacen en virtud de un acto de estas características y por ello el tribuno de la plebe era sacro sanctus, inviolable y envestido de una areola que le proporcionaba una protección divina. Detrás de cada tribuno está la plebe, la cual está en la obligación de defenderlo según el juramento prestado por lo que no se puede atentar contra él. Los patricios se ven en la obligación de respetar al tribuno ya que rebasa al marco jurídico y está enmarcado en el religioso.
El tribunado de la plebe presenta desde su origen un carácter revolucionario. Tiene un poder que es la tribunicia potestas el cual se opone al imperium del cónsul, y le otorga poderes de gran calado.
Las facultades que tiene el tribuno se configuran paulatinamente. La obligación fundamental del tribuno era la llamada protección del plebeyo frente al poder del magistrado, el cónsul. No se trata de una expresión del derecho sino de una expresión de la fuerza, porque detrás de aquel ciudadano al que el tribuno intenta defender se encuentra la población plebeya, que mediante el auxilium y la intercessio defiende al ciudadano. La intercessio es el derecho de interponer el veto, a oponerse a la acción del magistrado. La intercessio podría paralizar la vida del Estado. Cualquier acto que llevaba a cabo el magistrado podría ser paralizado por el tribuno, y no se llevaba a cabo.

Un tribuno no podía ser nunca coaccionado a desistir de su actividad o procesado por llevar a cabo esta actividad y tampoco podía ser interrumpido mientras hablaba. El poder supremo del magistrado se detiene ante la sacralización del tribuno. Las funciones del tribuno luego se fueron incrementando y podían actuar jurídicamente contra cualquiera que atacara sus funciones. También tenían sus límites ya que el tribuno ejercía su poder en la ciudad, y en torno a una milla alrededor del pomerium. El tribuno no podía ausentarse de Roma. Mientras estuviera en sus funciones su casa tenía que estar siempre abierta porque era un lugar de asilo.

La Organización de la Plebe

La creación de los ediles no se hace con una lex sacrata como con los tribunos sino que es una decisión administrativa. Son magistrados menores con funciones más administrativas que políticas.
Su misión es la de auxiliar a los tribunos de la plebe. Están vinculados al templo de Ceres, pero no tienen funciones sacerdotales. En principio eran dos y se encargaban de los archivos y de los bienes de la organización plebeya, y también de la primitivas frumentationes, de suministrar el grano a la plebe, En general se encargaban de todas las cuestiones de organización administrativa.
La plebe también se dota de una asamblea propia que recibe el nombre de concilium plebis, que admite solo a los plebeyos. Los patricios están excluidos. Esta asamblea debió ser tumultuosa en un principio. Pero en el 431 fue organizada y se convirtió en una verdadera asamblea. El concilium plebis no utilizaba los criterios de organización interna que predominaban en las asambleas ciudadanas. Estas son las antecedentes de los posteriores comicios por tribus presidida por un magistrado plebeyo. Las decisiones que toma la asamblea son los plebiscitos que no tienen el rango de ley. En ella no interviene el conjunto de los ciudadanos, solo un sector, los plebeyos.
Estos plebiscitos solo afectan a aquellos que participan en la asamblea. En un principio estas primitivas asambleas plebeyas tienen su importancia en la historia constitucional de Roma, ya que
es la primera asamblea con capacidad legislativa.
Por último la organización plebeya se dota de un centro de referencia, un santuario, que es la referencia política, religiosa y económica. Este santuario se sitúa en el Aventino, por lo que es un santuario intramuros. Es el santuario de Ceres, que alberga también a Liber y Libera, que forman una triada agraria. Es un santuario fundamentalmente plebeyo que se corresponde con la construcción de otros templos en esta época de la República que se refleja en los cambios ideológicos de Roma, como la consagración del templo de saturno, divinidad de la prosperidad.
La construcción de este santuario y el lugar en el que se encuentra se justifica por el cambio de la monarquía a la República. El templo pasa a ser la sede del erario público, del tesoro, situado en el foro, en el centro cívico.
Templo de Ceres
En el 495 se dedica el templo de Mercurio. Éste el dios del mercado por lo que está en proximidad al puerto, en el Foro Boario. Es el dios del comercio pero especialmente del trigo, por lo que se mantiene una relación funcional muy estrecha con Ceres. En 484 se consagra el santuario a los castores, los Dioscuros, Cástor y Pólux. El culto de los castores es de carácter patricio.
En la primera mitad de siglo V la plebe se dotó de una organización interna. El patriciado tendió hacia el estancamiento, a monopolizar los resortes del poder y a convertirse en una casta cerrada.
Su acción es negativa, la de controlar el poder y ejercerlo en su propio interés por lo que contrasta con el dinamismo de la plebe.

Desarrollo institucional del siglo V

Un momento culminante tiene lugar en los años centrales del siglo V con la aparición del decenvirato legislativo. En los años 451 y 450 se interrumpe la lista del los cónsules como magistrados ordinarios y en su lugar figura un colegio compuesto por diez miembros con potestad de cónsul. Se trata de una magistratura extraordinaria que responde a las necesidades del momento. La tradición sitúa la creación del decenvirato en la época de conflicto patricio-plebeyo.
La obra de los decemviros es la Ley de las XII Tablas. Esta ley es el principal monumento legislativo romano. Es la fuente de todo el derecho público y privado según Tito Livio. A partir de esta ley la justicia queda al margen del arbitrio del magistrado. Ahora el magistrado tiene que someterse a esta ley.

La aplicación de la justicia se convierte en un instrumento de defensa del ciudadano y no del poder como ocurría anteriormente. Entres sus contenidos hay mucho de derecho consuetudinario como otros nuevos. Se pretende establecer la igualdad jurídica entre todos los ciudadanos. Es un avance jurídico de excepcional importancia pero sigue habiendo esta separación de patricios y plebeyos, y la diferencia entre assidui y proletarii. Estas medida fueron publicadas en unas tablas de bronce.
La Ley de las XII Tablas supone un paso importante en el aspecto constitucional de Roma ya que supone una igualdad en la ley. La Ley de las XII Tablas hace referencia a algunos aspectos del poder. En algunas normas se menciona el comitiatus maximus, el comicio por centurias. Esta asamblea tendría su antecedente en la reforma serviana con la introducción de un sistema censitario según los bienes.
A mediados del siglo V se da por cierta la existencia de esta asamblea organizada en clases y centurias. Se le otorga a la asamblea plena capacidad legislatura y electoral. La asamblea se encuentra asentada y respaldada por la ley. Se estructura por clases y centurias, mediante un sistema censitario, que es el reflejo del ejército. Compendia cinco clases y cada clase se subdividía en centurias. Pero no todas las clases tenían el mismo número de centurias. La primera clase disponía de ochenta centurias, la segunda treinta, y las sucesivas veintinueve cada una. La mitad de las centurias dentro de cada clases eran de seniores y la otra mitad iuniores. La diferencia entre el senior y el unior es la función militar. Los iuniores tienen una función militar activa y los seniores rebasada una determinada edad ya no tenían esta función. Por encima de estas clases estaban las dieciocho centurias de caballería, y por debajo se encuentra una centuria de proletarios y otras dos centurias de músicos y dos de artesanos.
El sistema de votación era dentro de cada centuria. Cada ciudadano votaba en su centuria y se contabilizaba su voto en su centuria. El máximo eran 193 centurias. Es un sistema que pivilegia la riqueza y la edad. Esta asamblea era la principal, en la que se elegía a los magistrados dotados de imperium, los cónsules, y después a los pretores en el siglo IV y los censores. Era la asamblea la que aportaba las principales leyes relativas a la política exterior y también era el principal cuerpo legislativo de la República.
La consolidación de este sistema exige una realización periódica del censo y cada vez más perfecto. Esta función correspondía al magistrado supremo, al cónsul, pero este tiende a especializarse en el aspecto militar por lo que estaba ausente en Roma durante la mayor parte del año. Por lo que debido al olvido e imposibilidad material a realizar esta labor no se cumplía. Como consecuencia se creó una nueva magistratura en el año 443, el censor, que tendría la función de elaborar el censo. Recibió otra función como la vigilancia de las costumbres y las finanzas. La censura es una magistratura que está compuesta por dos miembros elegidos cada cinco años y estaban en funciones durante 18 meses, después de los cuales dimitían. Cada cinco años se cumplía el censo. La censura era una magistratura necesaria y fue reservada para los patricios. No se trataba solo de una labor administrativa ya que tenía una labor política clara al redistribuir a los ciudadanos en las centurias por lo que la censura se convertía en una herramienta de poder.
Respecto al conflicto patricio-plebeyo, la Ley de las XII Tablas introdujo una sola norma en referencia a este conflicto. En la ley se prohibían los matrimonios mixtos entre patricios y plebeyos, pero esta ley duro poco, hasta el 445, ya que fue abolida por un tribuno de la plebe.
Otra reforma constitucional que afecta a la magistratura suprema, tras el éxito obtenido por la plebe al abolir la ley del connubium, la plebe comenzó a solicitar el acceso al consulado. Las presiones fueron altas y el senado tuvo que ceder y ofreció una solución que era la creación de tribunos militares con poder militar que serían elegidos entre patricios y plebeyos. La plebe aceptó esta fórmula y en el año 444 se eligió el primer colegio compuesto por tres miembros en el que aparecen miembros plebeyos.
Los tribunos consulares eran elegidos en los comicios por centurias y luego envestidos por una lex curiata de imperium. Estos tribunos presidían las asambleas, tenían capacidad para nombrar al dictador, estaban habilitados para convertirse en interrex y tenían el derecho de convocar al senado. Carecen del triunfo militar ya que solo era potestad del cónsul y del dictador. El imperium del tribuno sufre una pequeña disminución ya que cuando mayor era el titular de este poder se disminuía su poder. El tribunado viene a ser una magistratura de sustitución y que se crea por razones múltiples como las razones militares. Todas estas medidas muestran como la plebe va avanzando lentamente pero va consiguiendo éxitos fundamentalmente políticos que benefician a la capa privilegiada de los plebeyos, a le élite plebeya que ocupaba el tribunado.

Leyes Licinio-Sextias

A partir de mediados del siglo IV a.C., las reivindicaciones plebeyas obtienen sus primeros éxitos importantes a través de la leyes Licinio-Sextias. Estas leyes reciben este nombre por sus promotores, los tribunos de la plebe C. Licinio Estolón y L. Sextio. En el 367 a.C., estas leyes suponen un punto de inflexión notable en la historia política de Roma. Tales leyes exigen una concordia entre diversos grupos políticos. Fueron unas leyes que abren las puertas del consulado a los plebeyos —a su élite acomodada—. Esto aceleró el paulatino acceso de los plebeyos a las restantes magistraturas.
Fueron tres leyes. La primera restablece el consulado, ya no se elige al tribuno consular, y uno de los dos cónsules tenía que ser plebeyo. La segunda ley hace referencia a las deudas. La ley pretende cancelar las deudas decidiendo que las cantidades pagadas del interés se deducía del capital, aunque el nexum seguirá existiendo. Lo que se hace es cancelar las deudas. La tercera ley estaba relacionada con el ager publicus. Se estipula que en lo sucesivo no se podrá ocupar una extensión superior a las 500 yugadas de tierra comunal. Se limita la ocupatio de las tierras públicas.
Esta leyes hacen referencia a las reivindicaciones de los plebeyos. Como consecuencia de esta ley se crearon dos magistraturas, la pretura y la edilidad curul. El pretor como magistrado ordinario aparece con la misión de encargarse de la administración de la justicia, mientras que los ediles se ocupaban de la administración local. Se requiere de unas magistraturas más especializadas para unas necesidades mayores de la República.
Las leyes Licinio-Sextias marcan el fin de una época y la sustitución de una política en Roma la cual cambiaría pero el conflicto patricio-plebeyo sigue existiendo hasta el año 287 a.C., con las lex Hortensia donde toca a su fin. A partir de esta ley las decisiones tomadas en la asamblea de la plebe pasan a ser vinculantes tanto para los plebeyos como para los patricios, lo que es considerado el punto final del conflicto. Ahora la lucha se plantea entre grupos de facciones políticas integradas por patricios y plebeyos que lucharán por el poder, surgiendo la nobilitas patricio-plebeya.

Desarrollo institucional en el siglo VI

Se define una nueva clase dirigente que es la nobilitas que está formada tanto por patricios como por plebeyos. Es una aristocracia política abierta al conjunto de la ciudadanía. Con el nombre de nobilitas se designa al conjunto de todas aquellas familias en las cuales uno de sus miembros a desempeñado una magistratura curul, es decir, todas las existentes menos aquellas reservadas a la plebe, incluida la cuestura que tampoco era una magistratura curul.
Una de los cónsules había de ser plebeyo. Esta regla funcionó en los primeros años, pero a partir del 355 empiezan a aparecer colegios consulares formados solo por patricios. Esto no supone un intento de retorno al pasado. Esto se incluye más bien en las formas que adoptan las facciones políticas en sus luchas. En el año 341 un tribuno de la plebe propone una serie de leyes que impulsan a la plebe en las magistraturas como no optar al consulado hasta diez años después de haber ejercido esta magistratura ejercida. También hace aprobar la posibilidad de que pudiera haber dos cónsules plebeyos en un mismo año.
Desde el punto de vista político se abren las puertas el consulado a nuevos elementos de la plebe y también a otras familias patricias como los emilios quienes habían sido marginados. Entre los plebeyos que se beneficiaron está Quinto Publilio Filón, con una carrera política característica de la época, pero también es reflejo de la continuas violaciones de las leyes del tribuno de la plebe de Genucio, ya que Publilio fue cuatro veces cónsul, dictador y pretor. Se define como un político de la nobleza patricio-plebeya. Siendo dictador en el año 339 establece una serie de leyes en las que todo proyecto de ley antes, de ser llevado a la asamblea tiene que tener la aprobación del senado. También fijaba que uno de los censores había de ser plebeyo pero que también los dos podían serlo. Se trata de medidas que favorecen a la aristocracia plebeya.
La ley de la auctoritas patrum implica lastres para las instituciones de la República. El magistrado gozaba de una gran libertad y sobretodo ejercía una influencia decisiva sobre la asamblea la cual se limitaba a aprobar y a rechazar. No había en ella debate. Esto se veía claro en la elección de los magistrados. Existía un campaña electoral en la que el candidato se diferencia de los demás porque pintaba su túnica con polvo de tiza, llamada como toga cándida, de la que deriva la palabra candidato. En épocas más antiguas era la asamblea la que elegía al magistrado, pero la mayoría de las veces era el magistrado saliente el que elegía al entrante, no de una forma directa, sino que le avalaba ante la asamblea, en la que ejercía una gran influencia. Lo que pretende Publilio es convertir al senado en el árbitro de la vida pública y que actuara como filtro, discutiendo todas las propuestas antes de llevarlas ante la asamblea. Se trata por tanto de una medida más útil para la República dentro de la ideología que imperaba en Roma.
Con todas estas medidas se constituye una nueva forma de lucha política. Los plebeyos acceden fácilmente a la nueva nobilitas y no encuentran barreras para entrar en las magistraturas e incluso a los sacerdocios públicos, los cuales no solo cumplían una función religiosa sino que tenían también una influencia política. Estos sacerdocios fueron abiertos a la plebe en el año 300 permitiendo que los plebeyos pudieran ser pontífices. Como consecuencia de esto el tribunado de la plebe empieza a decaer hasta la época de los Graco, ya que no había necesidad de acceder al tribunado al ya tener acceso a las demás magistraturas.
Dentro de la nobilitas se constituyen diferentes grupos o facciones. No se tratan en modo alguno de partidos, son facciones que carecen de un programa a largo plazo y en el que todos sus miembros son de la misma ideología en la que quieren acceder al poder y mantenerlo. No hay una división ideológica entre unos y otros. Responden al concepto de la amicitia. Son grupos de familias y de amigos, que en determinado momento se unen para obtener el poder. La amicitia funciona mejor cuando mayor sea el número de habitantes. Esto hace que tales grupos se abran a la participación de nuevos miembros. Esto era lo contrario a la etapa anterior ya que la nobilitas es una clase completamente abierta, no solo a los romanos sino también a los miembros de la aristocracia itálica. La Roma que vemos en el siglo IV es completamente distinta a la del siglo V, la cual era una República de campesinos. En el siglo IV se abre. La agricultura se expande al amparo de la política militar de Roma. Cambia el régimen de la ocupación del suelo y el de la propiedad. El comercio y la artesanía viven un gran auge y los años del comienzo del siglo III es la época dorada de las clases medias campesinas. Se produce un auge de estos elementos que eran los que proporcionaban la estabilidad a la República.
Comienza a extenderse el sistema de la colonización a partir de la guerra romano-latina. Habían dos tipos de colonias, la de derecho romano y la derecho latino. La colonia romana supone el desplazamiento de un grupo de ciudadanos a una región fuera del territorio sin que esto implique la perdida de la ciudadanía. Esta comunidad está sometida a la legislación romana. Es una prolongación de Roma. Hay otras colonias que están sometidas al derecho latino. El derecho latino es un sistema jurídico que tiene su origen en la comunidad de sangre y de la lengua que unía a los latinos. Este sentimiento de identidad se plasma en el reconocimiento de unos derechos como el ius migrandi, el ius comercium o el ius connubium. Se tratan de derechos que sancionan jurídicamente prácticas que se venían realizando desde época muy antigua en virtud de esta comunidad que formaban los latinos. Con la guerra del 349, en la cual los latinos se enfrentan a Roma, el Lacio desaparece como tal. Roma establece tratados con cada una de las ciudades. Aquí el derecho latino ya se extiende a ciertas fundaciones coloniales, por lo que el senado, al fundar una colonia, decide está sometida a al derecho latino o al romano. De esta manera se iba aumentando la clase de campesinos que participaban en el ejército. Tales colonias estaban situadas en enclaves estratégicos desde el punto de vista militar, en regiones recién adquiridas con posibilidad de sublevación, por lo que actuaban como colonos soldados ya que entre sus obligaciones estaba la militar. El ciudadano romano se convierte cada vez más en propietario para hacer frente a las guerras, por lo que el ejército se aseguraba el reclutamiento. El problema del nexum sigue existiendo en la mayor parte del siglo IV. El nexum convenía mantenerlo para ser reclamado como una medida electoral a un problema que solucionar. Era algo anacrónico que no tenía razón de ser. Solo servía para fines oportunistas para algunos políticos. Fue definitivamente abolido en el 326 por el comienzo de la guerra contra los samnitas en la cual se necesitaba una tranquilidad social y más soldados que reclutar. Tampoco era rentable ya que tras la expansión se desarrolló le fenómeno esclavista. Cuando se entra en contacto con las economías del sur de Italia, Roma se adapta a su sistema de producción por lo que aumenta el número de los esclavos.
Uno de los aspectos nuevos que surgen es la moneda. Su origen es una cuestión muy debatida. La primera moneda de Roma se trata de emisiones esporádicas aisladas que se datan en el siglo IV. Comienzan siendo monedas de bronce con cabeza de Apolo en el anverso y con la inscripción romaion en griego. El público al que va dirigida esta moneda es al griego pero está amparada por Roma. La circulación se limitaba solo a la Campania.

Hacia el año 310 se habrían producido las emisiones en plata, con una moneda que tiene en el anverso un elemento romano, a Marte, y una leyenda en letras latinas. Se trata de una emisión aislada y acuñada en Campania que quizás tenga que ver con la construcción dela vía Apia, la cual comunicaba en primera instancia Roma con Campania. Habría sido con la guerra de Pirro cuando se pasa a acuñaciones con una secuencia regular provocada por una mayor demanda de la moneda como consecuencia de la guerra, por lo que se ven penetraciones de monedas en regiones sometidas a Roma.
Sería en el 269 cuando se acuñan las primeras monedas romanas en Roma, el dracma, en donde aparece Hércules en el anverso y la loba y los gemelos Rómulo y Remo en el reverso. A finales del siglo III se acuñarían los primeros denarios que vienen a mostrar la incursión de Roma en circuitos económicos internacionales.

Desarrollo institucional en los siglos III y II

En general, a partir de la conquista de Italia, asistimos a la época dorada de las clases medias. El campesinado ya no se ve atrapado por el nexum. Hay abundancia de tierras por la conquista y la colonización por lo que es fácil acceder a la condición de ciudadano. Hay una gran estabilidad social y económica del campesinado lo que proporciona solidez a la República y explica el éxito de la política exterior. Sin embargo fue la guerra de Aníbal, la Segunda Guerra Púnica, la que causó enormes estragos en la condiciones de vida de las clases medias campesinas y las cuales no se recuperarían. La guerra de Aníbal marca un punto de inflexión importante en la historia de la República.
De la solidez de este tiempo da forma la reforma de los comicios por centurias. En el siglo III se lleva a cabo una reforma de la asamblea que consiste en vincular las categorías de las centurias con la de las tribus, por lo que el reparto de las centurias por clases es el mismo en todas ellas.
Cada tribu pondrá las mismas clases en cada centuria. Cada clase tendrá sesenta centurias. Esta reforma se explica por esta asamblea que había sido reflejo del ejército.
La asamblea ya no reflejaba al ejército y había perdido su sentido original, por lo que se adapta a las nuevas circunstancias. Ahora el peso de la votación se desplaza hacia abajo. La mayoría absoluta aparece en el centro, en la segunda y en la tercera clase radica la capacidad de decisión. Ahora son 363 centurias.
La guerra de Aníbal alteró esta situación y después la expansión romana por el Mediterráneo alteró aun más la condiciones sociales y políticas de Roma, que pasa de la hegemonía de Italia a una sobre el Mediterráneo en un plazo de tiempo muy corto. La clase de medianos y pequeños propietarios sufrió los efectos de la guerra tanto en el punto de vista económico y político.
El senado adquirió un gran prestigio durante la guerra y nadie discutía su capacidad dirigente de la política romana en su conjunto. Las grandes guerras del siglo II reafirmaron esta situación, con ciertas aspiraciones de poder personal como Escipión, quien es el primero que se identifica con Rómulo. Pero el senado y la oligarquía se imponen sin ninguna fuerza. El senado es el máximo órgano de la administración y de la política por su prestigio, por su auctoritas y por las necesidades de la práctica política. Estaba compuesto por ciudadanos de origen libre.
Los senadores son los representantes de las costumbres tradicionales por lo que determinadas profesiones les son prohibidas por ley. Por lo que se tienen que dedicar solo al campesinado, por la tradición romana. Tampoco podían dedicarse al comercio o a las adjudicaciones públicas. Para ser senador se exige el ejercicio previo de una magistratura. El cargo era vitalicio.
El senado tenía una competencia general sobre los asunto públicos en virtud de su autoridad y prestigio, y por ser la sede de la clase dirigente. Había ámbitos que exigía la intervención senatorial como la política exterior en cuanto a las relaciones con las potencias extranjeras, con los aliados, la repartición de las provincias, la dirección la guerra (la leva militar que era competencia senatorial), el tributo que había que recaudar para pagar al ejército o la que concesión del triunfo.
También tenía competencias judiciales, en Italia y en las provincias. Pero sobretodo el predominio del senado era en el ámbito financiero ya que los bienes públicos pertenecían al pueblo, pero son los magistrados quienes los gestionan bajo la autorización del senado.
En el siglo II se elaboran las primeras leyes para organizar el sistema de las magistraturas, y en el año 180 se publica la Lex Villia annalis, que establece el orden de las magistraturas. Este orden establece la cuestura, la edilidad, la pretura y el consulado. También fija la obligación de tener que pasar dos años entre las magistraturas antes de acceder a la siguiente. Fija las edades mínimasen cada magistratura y se tiene que haber servido diez años en el servicio militar. Esta norma pretende regular el sistema.
Las magistraturas se basan en uno poder definido y en unas funciones precisas. El poder de la magistratura es la potestas, la capacidad de representar a la República. La potestas varía según el magistrado, no es la misma la del cónsul como la del pretor. Dentro de cada colegio de magistrados existe la intercessio, el derecho a veto. Para llevar a adelante una decisión se requiere el consenso de los miembros del colegio. Esto se utiliza para dar estabilidad y evitar decisiones personalistas. Algunas magistraturas tenían en el poder del auspicium, el poder de consultar al dios.
Otro de los poderes es el imperium, el poder supremo de mando militar. El imperium lo tienen nada más que el dictador, el cónsul y el pretor. Son los que tienen el mando militar y dirigen al ejército. El imperium se distingue en dos niveles, el imperium domi, el que es ejercer dentro de la ciudad, y el imperium militae, cuando el magistrado sobresale del pomerium.

En el siglo II el sistema de las magistraturas fue continuamente objeto de legislación pero con medidas de eficacia más que dudosa. Se crea la promagistratura la cual es una prorroga no de la magistratura sino del poder. Se prorroga el imperium para culminar una serie de acciones por razones militares. El senado es el que otorga estas prorrogas.
Otras magistraturas pierden peso como el tribunado de la plebe ya que la plebe podía ejercer las demás magistraturas. Ya nadie quería ser tribuno y esta magistratura fue ocupada por personas mediocres que ya no actuaban a favor del pueblo sino como una herramienta más. Habrá que esperar hasta el tribunado de los Graco cuando esta magistratura vuelva a adquirir un cariz revolucionario pero dentro de la confrontación entre la nobilitas y no de parte del pueblo. La dictadura también pierde importancia porque ya no era necesaria.
Los comicios van perdiendo algunas facultades. En la administración de la justicia empiezan a aparecer los tribunales especializados que estaban compuestos por senatoriales ecuestres. A la vez que la asamblea pierde relevancia hay una preocupación por garantizar los derechos y libertades del ciudadano. Por ejemplo, se prohíbe el castigo corporal sobre el ciudadano. Al ciudadano no se le podía torturar. Otras leyes introdujeron el voto secreto en la asamblea.
La estructura social se ve modificada. Desde el punto de vista económico podemos definir como clases superiores a aquellas que poseían la riqueza. La clase superior era el orden ecuestre en el cual se reclutaba a la nobilitas. Pero no todos los que poseían riqueza se dedicaban a la política.
Dentro este grupo social va surgiendo un grupo con una clara vocación política. Se van diferenciando dentro del estamento superior dos órdenes, por un lado el orden senatorial que son aquellos que ocupan las más altas magistraturas y el senado, los que tienen una carrera política. Y el orden ecuestre, que tienen el mismo nivel de riqueza pero que no practican la política. Se tiende poco a poco a la exclusividad del orden, sobretodo en el orden senatorial.
En el 218 se prohíbe a los senadores y a sus hijos poseer barcos que sobrepasen una cierta capacidad de ánforas con el fin de limitar su actividad económica a la tierra y no dedicarse al comercio. Esta prohibición también se extiende a las adjudicaciones públicas, los contratos con el Estado, a los que el orden senatorial no puede a acceder.
Los intereses económicos de senatoriales y ecuestres eran los mismos, en primer lugar la agricultura y después el latifundio. Los beneficios económicos de otras actividades se invertían en tierras. Después estaban las actividades bancarias y libres, prohibidas a los senatoriales, pero que las desempeñaban a través de terceros, y otros ingresos considerables de la política exterior como la riqueza obtenida del botín, la extorsión a los provinciales y los ingresos de las explotaciones naturales.
Roma carecía de funcionarios y burocracia por lo que se dirige a los privados para financiar las campañas militares, la recaudación de impuestos y la construcción de infraestructuras. La importancia de estos negocios rebasaban las capacidades del individuo por lo que se crean las sociedades de los publicanos las cuales eran empresas compuestas por individuos a las que se daba una adjudicación o arrendamiento. Les arrendaban una función estatal por un periodo de cinco años por medio de subastas. Al que se le adjudicaba pagaba una suma total y luego la recuperaba.
Estas adjudicaciones estaban prohibidas a los senatoriales, pero éstos lo hacían mediante intermediarios. El resto de la sociedad se diferencia entre clases urbana y rurales. Las urbanas iban creciendo. Éstas se dedicaban a actividades no agrarias cuyos beneficios revertían en la tierra. En la cúspide estaban los negotiatores que eran los grandes comerciantes y banqueros. Los más ricos pertenecían al orden ecuestre y por debajo estaban los comerciantes y artesanos más modestos. Después está la plebs, un proletariado que constituía el último grado de la sociedad. Las clases rurales fueron las que más sufrieron por las guerras de Aníbal. También se establece una jerarquía en función de las diferentes propiedades.
Un fenómeno característico de la sociedad romana es la esclavitud como consecuencia de las guerras y de la helenización de Roma. Hay un incremento notable de la oferta. Había esclavitud de legalidad dudosa como la servidumbre por deudas o la esclavitud voluntaria, y la venta de niños. El esclavo se utilizaba en todas las actividades, sobre todo en la agricultura. También en las minas. Se incrementa la esclavitud doméstica con la tendencia del incremento en el lujo de la aristocracia.
El incremento de la esclavitud trae consigo el incremento de los libertos (esclavos liberados, con ciertas obligaciones con respecto a su antiguo señor).
El derecho romano tenía tres formas de manumisión, por testamento, la liberación ante el magistrado y cuando el dueño permitía al esclavo inscribirse en el censo. El liberto se constituye como ciudadano de derecho. Formaba un ordo y queda unido a su dueño del que tomaba su nombre.
Los vínculos entre ambos se refuerzan ya que el patrono podía exigir del liberto dinero o otras acciones dentro de su fides. Se trata de ampliar la clientela del noble.
El incremento de la esclavitud tenía su parte negativa con el aumento de las revueltas serviles. El esclavo rural vivía en una explotación extrema. Era un objeto y esto provoca revueltas a comienzos del siglo II y del I. Estas revueltas adquieren condiciones bélicas en Sicilia en donde se manifiesta en primer lugar la revuelta de Ennio, constituyendo un pequeño Estado en Sicilia. Al final fue reprimido por un ejército consular. La más famosa de las revueltas fue la de Espartaco en el siglo I.